PROYECCIÓN ‘YULI’ - DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA 2019 Cine Teatro Municipal de Arroyo de la Luz Sábado 27 de Abril, 20:00 La Filmoteca de Extremadura se une a los actos de celebración del Día Internacional de la Danza con la proyección en Arroyo de la Luz, una de las sedes de la Filmoteca Itinerante, de esta película de Iciar Bollaín nominada a cinco Premios Goya que narra la apasionante historia del cubano Carlos Acosta, una auténtica leyenda de la danza. YULI – España 2018 - (No Recomendada Menores 7 años) Duración: 109’ Dirección: Iciar Bollaín Guión: Paul Laverty Fotografía: Alex Catalán Música: Alberto Iglesias Reparto: Carlos Acosta, Santiago Alfonso, Kevin Martínez, Edison Manuel Olvera, Laura de la Uz Yuli es un viaje temporal sobre la historia del cubano Carlos Acosta, leyenda de la danza y primer bailarín negro en interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet. Cuenta desde su dura infancia hasta la madurez de un bailarín que pese a su éxito internacional, nunca olvidó sus orígenes. 2018: Premios Goya: 5 nominaciones, incluyendo Mejor Actor Revelación (Acosta) 2018: Festival de San Sebastián: Mejor Guión (ex aequo) Conocida por películas con un claro componente social como Te doy mis ojos (2003), También la lluvia (2010) o El olivo (2016), la madrileña Icíar Bollaín forma un productivo tándem con su también marido Paul Laverty, guionista habitual de sus películas. Ahora se fijan en la increíble peripecia vital del bailarín cubano Carlos Acosta, un hombre que llegó a ser primera figura del Royal Ballet de Londres después de una infancia de miseria y pobreza en las calles de La Habana. Dice la directora que es la historia de alguien "que llega" y efectivamente eso es, de la miseria más absoluta al reconocimiento mundial, la ascensión (sin caída) de Acosta es una de esas historias de superación y éxito que gustan mucho al público. La novedad del asunto es que Acosta, que también ha escrito la autobiografía en la que se basa la película, No Way Home, está más que vivo y a sus 45 años dirige una escuela de baile en su país porque, al contrario de lo que su padre pronosticaba, él siempre quiso volver al Caribe. Estructurada en tres tiempos, vemos primero al Acosta "real" y adulto orquestando unas coreografías en las que se reflejan algunos de los momentos más importantes de su vida. Y lo conocemos de niño, cuando se niega a ir a clases de danza a pesar de su espectacular talento natural porque considera que es de "maricones". Cobra fuerza aquí la figura de un padre despótico y amoroso que le obliga literalmente a palos a cumplir con lo que parece su futuro. Y lo conocemos de joven, cuando ya ha triunfado pero añora Cuba, a su familia y su estilo de vida. Con un tono luminoso y vital, Bollaín nos cuenta una historia positiva sin ocultar sus luces. Lo más interesante es la relación de Acosta con su padre, ese hombre malo y bueno a la vez que perpetúa la memoria de la esclavitud en la isla. Como bien le dice en un momento del filme "cuando a un negro le ofrecen un puesto en el Royal Ballet lo agarra sin rechistar". Es la memoria sangrante de los negros cubanos que fueron sometidos y dominados por los españoles hasta el punto de que "la vida de un bebé esclavo era comparable a la de un animal". Sin cargar las tintas ni excederse con la lágrima, conocemos esa isla del "período especial" de los 90 unos años en los que la caída de la Unión Soviética, el principal sostén económico de la isla, provocó una miseria sin límites. Y conocemos también a un bailarín de principios firmes y sentido patriotismo en una película que arrancó aplausos a su paso por el festival de San Sebastián (Juan Sardá, El Cultural)
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