CARMEN Y LOLA – Filmoteca Itinerante – 21º FanCineGay España 2018 103’ Dirección: Arantxa Echevarria Guión: Arantxa Echevarria Reparto: Zaira Morales, Rosy Rodriguez, Moreno Borja, Carolina Yuste, Rafaela León Fotografía: Pilar Sánchez Díaz Música: Nina Aranda Carmen es una adolescente gitana que vive en el extrarradio de Madrid. Como cualquier otra gitana, está destinada a vivir una vida que se repite generación tras generación: casarse y criar a tantos niños como sea posible. Pero un día conoce a Lola, una gitana poco común que sueña con ir a la universidad y dibuja graffitis de pájaros. 2018: Festival de Cine Ibérico de Badajoz: Película de Inauguración. Hay películas que se mueven por la pantalla sin reglas, sin estilo, sin gestos aprendidos; películas que mal entienden de definiciones o lugares comunes. Carmen y Lola es básicamente lo contrario a casi todo. Es relato de frontera madrileño con aspecto de telenovela. Es ficción con la impostura del melodrama. De hecho, resulta más fácil definir el debut de Arantxa Echevarría como directora por lo que no quiere ser que por lo otro. Y es ahí, en ese espacio vacío y sin nombres, donde encuentra su sitio, entre la tradición recia (y hasta rancia) y la más elemental de las libertades, entre el mito y lo nuevo. Es una historia ficticia, pero con actrices tan reales que ni siquiera son actrices. Es casi un documental, pero perfectamente consciente de que sólo la imaginación da sentido. Se ocupa de la más prohibida de las pasiones y, sin embargo, en la pantalla todo resulta obvio y hasta necesario. Es, por necesidad, un escándalo, por sensacionalista, y sin embargo, cada gesto de la película resulta perfectamente reconocible. Y provocadoramente libre. E indefinible. La cinta, para situarnos, cuenta el primer amor de dos mujeres. Y lo hace perfectamente consciente de cada uno de los tópicos que informan la historia más veces contada, más veces repetida. Y siempre nueva. La película da sus primeros pasos con modales de crónica, quizá simple docudrama. Lo que se ve es la narración detallada de lo dado, lo evidente quizá. Lo que importa, en definitiva, es la puntual descripción de todo aquello que conforma el paisaje de lo obvio. De alguna manera, la película funciona en el primer acto como una ceremonia en la que todo resulta tan familiar como, a su modo, sagrado. El universo gitano es narrado a la vez como realidad y ensoñación en una especie de relato mitológico con la cara y las manos sucias. Y así hasta que irrumpe la ficción. Clara y ruidosa. Entonces Carmen y Lola adquiere la textura de los cuentos de hadas. Pero a voz en grito. Quiere la película ser una proclama antes que sólo poema. Y como tal se comporta ajena a remilgos y haciendo suyos cada uno de los tópicos que la informan. Nada de la narración obedece a otra exigencia que no sea la de los viejos arquetipos, la de las voces ya escuchadas. Y quizá gastadas. Pero todo es dictado bien alto, y sin pedir ni permiso ni disculpas. Y es en ese gesto político, por políticamente incorrecto, donde se hace fuerte la propuesta de Echevarría. De repente, todo adquiere nuevo sentido: el sentido de lo nuevo. El viejo mito gitano es vuelto a contar pero del revés, dejando a la vista su poderío, su encanto, su gloria infatigable y, en cada una de sus contradicciones, sus miserias. Carmen y Lola es una película tan evidente y clara que en su claridad confunde. Es mito, es provocación y es sueño. (Luis Martínez, El Mundo)
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