Un viaje puede quedarse simplemente en eso si no mantienes el alma igual de abierta que los ojos. En ese caso, la transformación sucede: el mundo se agranda y tu universo se vuelve ridículamente pequeño, casi inexistente. Estas pocas páginas recogen tres meses de voluntariado en África con un reducido grupo de Ingenieros sin Fronteras. Los narro sin adornos ni florituras, pero también sin dramas. Por eso, mis miserias son más protagonistas que las de aquellos a quienes fui a salvar con mi occidental tecnología y manera de pensar. Por eso, no aparecen los sentimientos paternalistas con los que un servidor, a los veintitantos, hizo su macuto y embarcó rumbo a Camerún sin saber por qué ni a qué. De esta forma, creo que mis aventuras pueden ser, más fácilmente, también de los demás. Yo solo dije sí y compré unos pasajes de avión hacia un regalo que me brindó la vida. Al desenvolverlo poco a poco durante todas esas semanas, hallé, quizá no por primera vez, pero sí en la forma más intensa, la bonita sensación de saber que estaba equivocado. El enfoque del tiempo y la capacidad de disfrutar el presente tomaron el centro de la escena mientras mi perspectiva sobre lo que realmente era importante se desmoronó y volvió a reconstruirse. Intercaladas entre todas esas experiencias, una serie de relatos cortos, tallados con las herramientas en las que me he especializado: la crítica y la estupidez, a la que adoro. Tan solo lean e imaginen, y con ello creen un pensamiento propio. Bienvenidos, ya están en el camino de la libertad.
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